Boletín 92
25 Noviembre 2010
   



    Dr. John Gofman, fue un eminente científico, físico nuclear y médico, uno de cuyos trabajos hemos traducido y publicado hace años en los boletines armas contra las guerras[1].

    Profesor emérito de Biología Celular y Molecular en la Universidad de California en Berkeley, y en la Facultad de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San Francisco (UCSF).

    El Dr. Gofman obtuvo su doctorado en química física y nuclear en la Universidad de California en Berkeley, donde su consejero fue Glenn Seaborg, que más tarde fue presidente de la Comisión de Energía Atómica. (AEC, por sus siglas en inglés).

    En su tesis doctoral describió el co-descubrimiento de materiales radiactivos de uranio-232 y -233, y el protactinio-232 y -233, y la capacidad de transformar el uranio-233 en una bomba atómica.

    Poco después de la graduación, Gofman se unió al Proyecto Manhattan para ayudar a ganar la carrera con la Alemania nazi de la primera bomba atómica. Su equipo de la Universidad de California, Berkeley, fabricó el plutonio utilizado en las bombas atómicas de la prueba en Nuevo México y la de Nagasaki.

    Después de la guerra, Gofman se estableció en Berkeley como profesor e investigador, centrándose no sólo en la radiación, sino también en la enfermedad coronaria que sigue siendo la primera causa de muerte . Su trabajo pionero sobre las lipoproteínas en la sangre - colesterol HDL y LDL mal llamados bueno y malo, cuando en realidad son solo proteínas transportadoras,  sigue siendo una piedra angular de la cardiología. En 1974 el Colegio Americano de Cardiología lo nombró como uno de los veinticinco principales investigadores de este ámbito en el cuarto de siglo anterior.


    Gofman en Donner Lab, circa1950

    En la década de 1950 la Comisión de Energía Atómica (CEA) creó un laboratorio de armas nucleares de investigación en los Laboratorios Lawrence Livermore, a cincuenta millas de Berkeley, donde también trabajó años después nuestra amiga Leuren Moret[2].

    En la década del 60, la AEC le pidió al Dr. Gofman que pusiera en marcha una División de Investigaciones Biomédicas en el Laboratorio Nacional de Livermore, con el propósito de evaluar los efectos sobre la salud de todos los tipos de actividades nucleares. De 1963 a 1965, el Dr. Gofman fue el primer director de la División, y a la vez director asociado del Laboratorio.
    Gofman trabajó en él a tiempo parcial durante varios años, ayudando con los cálculos sobre los efectos en la salud y los problemas de la guerra nuclear.

    Cuando la contaminación radiactiva de las pruebas masivas de bombas atómicas por las dos superpotencias se extendió a todo el planeta, Gofman con otros científicos como Linus Pauling y Andrei Sajarov lanzaron llamamientos de advertencia sobre los peligros de la lluvia radiactiva de las bombas, pidiendo acabar con las pruebas nucleares. Las respuestas del gobierno fueron repetidamente negativas.


    Gofman tuvo una crisis moral cuando un funcionario de Livermore le pidió ayuda para suprimir la publicación de Harold Knapp, otro científico de la Comisión de Energía Atómica (AEC) del gobierno de EE.UU., que demostraba que las dosis de yodo radiactivo de las pruebas nucleares en Utah fueron mucho mayores de lo admitido públicamente por la AEC. Gofman revisó el análisis de Knapp con su personal, lo encontró preciso y se negó a censurarlo y a ceder a la presión política. Gofman insistió en la publicación de los datos, lo que finalmente consiguió a pesar de la oposición de la  AEC.

    Gofman se construyó una reputación de ser un obstáculo para la AEC, lo que evidentemente dañó su brillante carrera profesional, pero no dejó de insistir en que cualquier uso de la energía nuclear era peligroso y dañaba a la gente.

    No fue el único científico que denunció los peligros no solo de las pruebas sino de la radiación emitida rutinariamente por los reactores de energía nuclear en “funcionamiento normal” presentados como uso "pacífico" del átomo desde mediados de los 50.

    Hace años dedicamos otro boletín cuando murió uno de ellos; el físico nuclear Leonard Dietz [3]

    Gofman con su colega de la AEC  A. Tamplin  y el físico Ernest Sternglass de la Universidad de Pittsburgh fueron algunos de los primeros científicos que se opusieron a la energía nuclear en un documento afirmando que incluso las radiaciones de bajas dosis perjudicaban a los los seres humanos.
    "Me di cuenta de que todo el programa de energía nuclear se basa en un fraude - es decir, que había un nivel "seguro" de cantidad de radiación, una dosis permisible que no haría daño a nadie".

    Gofman metió aquí el dedo en la llaga mas profunda del complejo militar industrial nuclear.

    En consecuencia propuso una moratoria de cinco años para nuevas plantas nucleares, declarando que "la concesión de licencias de una planta de energía nuclear es, en mi opinión, una licencia de homicidio premeditado al azar."

    Evidentemente Gofman se había convertido en demasiado crítico para el lobby nuclear.

    En 1972, la AEC eliminó la financiación de doce de los trece miembros del personal de Tamplin. Más tarde, amenazó con retirar a Gofman sus fondos para la investigación del cáncer en Livermore. Cuando solicitó al Instituto Nacional del Cáncer una financiación de reemplazo, su petición fue rechazada, ya que formaba parte de la lista negra extendida en todo el gobierno federal. Gofman renunció a su trabajo y regresó a Berkeley.

    Pero no por ello se detuvo y siguió investigando los riesgos de radiación. Su libro de 1985 “Los rayos X: Efectos sobre la salud de los exámenes comunes”, co-escrito con Egan O'Connor, declaró que el 75 por ciento de los casos de cáncer son causados por la radiación médica, incluyendo radiografías, mamografías y tomografías computarizadas.

    Con lo que se atrajo además de la ira de los físicos, la de los profesionales de la medicina, que eran sus dos profesiones.

    A pesar de ello nunca dejó de hablar en contra de la radiación que exige un elevado costo humano. Predijo que cerca de 1 millón de personas desarrollarían cáncer tras el accidente de Chernóbil, siendo mucho mas acertado que las impresentables previsiones de la OMS y de la AIEA.

    Hoy sabemos que tenía razón, incluso esto es admitido en altos niveles de la cúpula científica aunque se evita por todos los medios que este conocimiento trascienda a la gente.  Por ejemplo un trabajo de la Academia Nacional de Ciencias  en 2.005 examinó cientos de artículos y concluyó que no existe umbral de seguridad para las bajas dosis de radiación.

    Es decir lo mismo que decía Gofman.

    No se puede hablar de dosis admisibles, cualquier dosis de radiación por pequeña que sea es nociva.

    O dicho de otro modo como llevo décadas resumiendo:


    Las dosis admisibles son inadmisibles

    Respecto al efecto tóxico (no solo cancerígeno) de los rayos X que Gofman fue uno de los primeros en denunciar con Alice Stewart es especialmente grave cuando las TC (tomografías computarizadas) se administran a los niños, que son los más susceptibles al daño de la radiación.

    Hoy incluso el Instituto Nacional del Cáncer advierte que hay que reducir las exploraciones TAC especialmente las pediátricas y utilizarlas solo cuando sea estrictamente necesario, ajustar los parámetros de exposición, minimizar el uso de exploraciones múltiples en un único examen y considerar alternativas a la tomografía computarizada.

    Desgraciadamente estas recomendaciones no se aplican y se enfrentan con la ignorancia deliberadamente provocada en los profesionales por los “expertos” de la Comisión Internacional de protección radiológica.

    Los resultados de Gofman son vitales para plantear el debate sobre la energía nuclear especialmente ahora cuando la industria nuclear vuelve al ataque con las coartadas del calentamiento global y los crecientes costos de los combustibles fósiles para tratar de vendernos sus viejos reactores como una tecnología "limpia y segura".

    El Dr. Gofman ha publicado seis libros sobre los efectos de la radiación ionizante en la salud, el último se llama “La radiación utilizada en la práctica médica en la patogénesis del cáncer y de la enfermedad coronaria isquémica” (ISBN 0-932682-97-9).

    Gofman recibió el "Nobel alternativo" en Suecia, pero mas importante es que haya sido el  maestro de muchas generaciones de  personas que hemos aprendido de él. Debemos estarle agradecidos por habernos proporcionado armas para enfrentarnos con los argumentos pronucleares y también deben estarlo eternamente las futuras generaciones porque en último término trabajó para ellas.

    Gofman debe ser recordado por su brillantez e integridad, que son factores críticos en el actual debate sobre el futuro de la energía nuclear. Gofman fue sin duda un científico valiente y es especialmente destacable que no esperase a jubilarse para decir lo que sabía, por lo que pagó un alto precio. Esto es lo que hicieron otros como el Dr. Karl Morgan uno de los directores de la impresentable Comisión Internacional de protección radiológica ICPR a los que también debemos estarles agradecidos, aunque esperase a estar jubilado para denunciarla. 

    Su vida terminó en Octubre de 2007 a los 89 años y hasta el final se mantuvo activo escribiendo y dando conferencias sobre los peligros de las bajas dosis de radiación.
    El New York Times, relató su currícum científico, ignorando su enfrentamiento con la industria y el gobierno, describiéndolo como un "tábano nuclear".  Si pretendían insultarlo con este calificativo, para mi han hecho todo lo contrario. Ser un “tocapelotas nuclear”, utilizando una expresión mas española, es en realidad un halago, teniendo en cuenta que la industria nuclear es el mayor peligro con el que se enfrenta la humanidad actual y la futura.

     

    ¿Son los rayos x utilizados en medicina una causa importante de cáncer y enfermedad coronaria?

    El revolucionario trabajo del Dr. Gofman podría prevenir las muertes de millones de personas con simples y económicas técnicas de monitoreo.

    Suponga que lee que los rayos X que se utilizan en la medicina son responsables de la mitad de los casos de cáncer en este país (EE.UU.) ¿Cuál sería su reacción? ¿No dependería mucho su reacción de la fuente en la que leyese esta noticia? Si fuera un título en el National Enquirer (*), la descartaría de inmediato. Sin embargo, si fuera una noticia en la primera página del New York Times, le daría crédito.

    Así y todo, más allá de la fuente, probablemente usted reaccionaría con incredulidad. “Imposible”, pensaría, “absurdo”. ¿Por qué? ¿Podría ser porque cree que la medicina contemporánea se basa en ciencia totalmente verificada, y que si los rayos X que se utilizan en la medicina fueran una causa principal de cáncer, esto se hubiera descubierto cuando comenzaron a utilizarse, y nunca se hubiera permitido que suceda? De ser así, ¿tiene usted alguna evidencia que avale tal creencia, o meramente refleja una fe ciega en la profesión médica?
    Los rayos X se consideran una valiosa herramienta médica desde su descubrimiento en 1895. Sin embargo, se sabe hace más de 70 años -y hoy en día está universalmente reconocido- que los rayos X causan mutaciones genéticas y cáncer.

    La creencia de que los rayos X utilizados con fines médicos no son una causa principal de cáncer se basa en tres suposiciones básicas. Primero, que el riesgo de dosis mínimas de radiación es simplemente hipotético. Segundo, que los médicos y técnicos administran dosis mínimas. Y tercero, que el efecto de exposiciones repetidas a los rayos X no es acumulativo. Busque, y hallará una cantidad abrumadora de evidencias de que ninguno de estos supuestos es cierto. Pero, primero, necesita saber dónde buscar, y segundo, tiene que evaluar la evidencia al desnudo, sin prejuicios.

    Las evidencias, de hecho, se encuentran en publicaciones médicas reseñadas y ortodoxas. El problema es que, con demasiada frecuencia, se publican solamente en las revistas científicas más desconocidas, que leen sólo algunos miles de especialistas. Y, debido a la naturaleza amenazante de estos datos para nuestro actual sistema de salud, los medios masivos de comunicación raramente dan a conocer estos hallazgos.

    Por ejemplo, hace poco se publicó un artículo científico titulado “Mortalidad por cáncer de mama después de diagnóstico con radiografías”. Mostraba los resultados de un estudio auspiciado por el Instituto Nacional del Cáncer (EE.UU.) que examinó la correlación entre la mortalidad por cáncer de mama y recibir exposición a rayos X de diagnóstico para la escoliosis (curvatura de la columna). Estas mujeres, que habían recibido como promedio 25 radiografías, tenían un riesgo 70% mayor de morir de cáncer de mama que la población general. Una de las conclusiones clave del artículo fue: “De manera consistente con el hecho de que la radiación es un factor causal, el riesgo de morir de cáncer de mama aumentó significativamente con el número de exámenes radiográficos en los que se exponía el pecho y con la crecientes dosis acumulativas de radiación a la mama”. Miren cuán cierto es el supuesto número tres. Pero es posible que su médico -o su oncólgo o radiólgo- no haya visto este informe, porque fue publicado en Spine (Columna). Spine tiene una circulación internacional de menos de 8.000 ejemplares, y sus lectores son en principio especialistas en rehabilitación física y médica.

    Veamos ahora el segundo supuesto -que los médicos y técnicos administran la dosis mínima. En el número de septiembre de 1998 de Diagnostic Imaging (Diagnóstico por imagen), Joel E. Gray, Ph.D., quien había sido profesor de física médica en la clínica Mayo, dio a conocer una encuesta nacional previa de 300 instituciones médicas que utilizaban equipamiento radiográfico. En este estudio se llevaron a cabo los mismos procedimientos radiográficos en maniquíes de testeo idénticos. Setenta y cinco por ciento de los lugares examinados dieron dosis más altas de las necesarias para producir imágenes claras. Para las imágenes del pecho y de la columna, se llegó a usar hasta 8,5 veces más de lo necesario. Para exámenes gastrointestinales, se llegó a usar hasta 27,5 veces más de lo necesario.
    En cuanto al supuesto número 1, no hay estudios que demuestren que las dosis pequeñas de rayos X carecen de riesgo. Un solo fotón puede dañar el ADN de una célula, y hacer que comience a volverse maligna. Una radiografía de pecho de tan sólo 0,015 rads (“dosis de radiación absorbida”) emite 30 millones de fotones por gramo de tejido, que contienen aproximadamente 675 millones de núcleos celulares. Un examen fluoroscópico de 5 rads emite casi 10.000 millones de fotones por gramo de tejido.

    La FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los EE.UU) estima que 7 de cada 10 norteamericanos se hicieron al menos una radiografía el año pasado. ¿Cuántas se hizo usted y cuántas se hicieron los miembros de su familia? ¿Cuántas se hizo en toda su vida? ¿Qué dosis utilizaron? ¿Lo sabe? ¿Lo saben sus médicos?

    La persona que probablemente más sabe sobre los efectos de la radiación es el Dr. John Gofman, Ph.D., profesor emérito de Biología Celular y Molecular de la Universidad de California en Berkeley, y en la Facultad de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San Francisco (UCSF). El Dr. Gofman obtuvo su doctorado en química física y nuclear en la Universidad de California en Berkeley, donde su consejero fue Glenn Seaborg, que más tarde fue presidente de la Comisión de Energía Atómica. (AEC, por sus siglas en inglés). En la década del 60, la AEC le pidió al Dr. Gofman que armara una División de Investigaciones Biomédicas en el Laboratorio Nacional de Livermore, con el propósito de evaluar los efectos sobre la salud de todos los tipos de actividades nucleares. De 1963 a 1965, el Dr. Gofman fue el primer director de la División, y a la vez director asociado del Laboratorio entero.

    El Dr. Gofman ha publicado seis libros sobre los efectos de la radiación ionizante en la salud, el último se llama “La radiación utilizada en la práctica médica en la patogénesis del cáncer y de la enfermedad coronaria isquémica” (ISBN 0-932682-97-9). En este volumen de 700 páginas, presenta muchos estudios que señalan que los rayos X no sólo tienen un papel importante en la causa de 50% de los casos de cáncer, sino también en la causa del 60% de los casos de enfermedad coronaria. El mecanismo probable, explica el Dr. Gofman, es que la radiación induce mutaciones en las arterias coronarias, lo que resulta en clones disfuncionales (mini-tumores) de células de músculos lisos.

    El Dr. Gofman señala que, en primer lugar, no está en contra del uso de los rayos X en medicina, sólo está en contra de su uso a niveles de dosificación innecesariamente altos. Y en segundo lugar, que los rayos X no son por sí solos la única causa de estas enfermedades, sino que son un co-factor necesario. Esto significa que los rayos X utilizados en medicina no son responsables por sí solos de nuestra epidemia de cáncer y enfermedad coronaria, pero que al combinarse con otros factores, pueden causar y causan el comienzo de estas enfermedades. Reduzca la exposición a los rayos X y la incidencia de cáncer y enfermedad coronaria se reduce proporcionalmente.

    El Dr. Gofman muestra cómo las dosis de rayos X que se utilizan actualmente pueden fácilmente en promedio reducirse un 50%. Una medida simple y económica según él es realizar frecuentes mediciones de las dosis utilizadas. Es esencial la adecuada capacitación de los técnicos. El Dr. Fred Mettler, Jefe de Radiología de la Escuela de Medicina de la Universidad de New México, señala que una tomografía computada expone al paciente a 2 o 3 rads comparados con 0,015 rads de una radiografía común de pecho -más de 100 veces más radiación. Un fluoroscopio emite típicamente 5 rads por minuto -más de 300 veces más radiación que una radiografía común. Los radiólogos deben también realizar compensaciones de acuerdo a la edad y tamaño de los pacientes. Y los especialistas deben estar al tanto de cuánta exposición previa a los rayos X ha recibido el paciente, y ser juiciosos en indicar que se realicen sólo los exámenes radiográficos necesarios.

    Los médicos también necesitan ser conscientes de los dispositivos de diagnóstico por imagen que no utilizan radiación ionizante -tales como la resonancia magnética para problemas neurológicos y músculo-esqueléticos, y la termografía para los exámenes de mama- y capaces de detectar el cáncer años antes que la mamografía. Si la hipótesis del Dr. Gofman es correcta, hacer que estas prudentes prácticas sean la regla y no la excepción, salvaría por lo menos 250.000 vidas por año.

    Aunque algunos radiólogos han objetado el trabajo del Dr. Gofman, ninguno lo ha refutado de manera alguna. ¿Por qué, entonces, estas medidas simples y que salvan vidas no son adoptadas por la comunidad médica en su conjunto? ¿Por qué no está esta información en de todos los diarios?

    Este año se realizarán 250 millones de radiografías en los EE.UU. a un costo conservador promedio de 50 dólares por radiografía, tenemos una industria con ventas anuales por 12.500 millones de dólares. El diagnóstico con rayos X es una piedra angular de gran parte de la medicina convencional. Es improbable que se publique ninguna información que debilite la percepción del público del valor y la seguridad de los rayos X utilizados en medicina.
    Aquellos médicos que han criticado el trabajo del Dr. Gofman lo han hecho argumentando que podría asustar a los pacientes y hacer que no reciban ningún examen con rayos X, cuando perfectamente podrían beneficiarse de un examen radiológico. Esto nos lleva a considerar un tema muy serio: el derecho del paciente a estar informado. Dice el Dr. Gofman: “Dudamos de que los radiólogos y otros especialistas que utilizan rayos X quieran afirmar que los rayos X son el único caso, en toda la medicina, en el que los médicos derivadores y los pacientes deben ser informados sólo sobre los beneficios, y no se les debe informar sobre la dosis y el riesgo”.

    ¿Por qué la idea de que los rayos X utilizados en medicina son una causa principal de muerte habría de ser tal sorpresa? Este no es para nada el primer caso en que se demuestra que un tratamiento médico es peligroso para la salud. Para citar de un editorial de la edición del 11 de noviembre de 1998 del Journal of the American Medical Association (JAMA): “La enfermedad iatrogénica causada por la medicina convencional es una causa principal de muerte y hospitalización en los EE.UU”. En el mismo número, el JAMA estimó que a causa de reacciones adversas a los medicamentos recetados, mueren 106.000 pacientes hospitalizados y resultan dañados 2.200.000 - sin incluir los casos de errores.

    En noviembre de 1999, la Academia Nacional de Ciencias (de los EE.UU.) dio a conocer un informe que estimaba que los errores médicos matan entre 44.000 y 98.000 personas por año sólo en hospitales. Si consideramos estos dos informes conjuntamente, recibir tratamiento médico convencional en un hospital es la tercer causa de muerte en los EE.UU. Pero estas estadísticas no han hecho que la gente deje de tomar medicamentos o de ir al hospital. Esta información debería estar salvando vidas estimulando a los hospitales para que incorporen reformas generales para mejorar la seguridad de los pacientes. Lo mismo debería suceder en la industria de los rayos X.

    Hoy en día está sucediendo una revolución en la medicina. Es el crecimiento de lo que llamamos medicina alternativa -un movimiento caracterizado por la absoluta reducción al mínimo de la utilización de modalidades médicas tóxicas. Lo que causa el crecimiento de esta tendencia no es el esfuerzo de los profesionales de la salud en este sentido, sino la demanda de los pacientes, que están mejor informados y ya no aceptan ciegamente relaciones costo/beneficio innecesarias e inaceptables. El Dr. Gofman tiene información para ayudar a que la población no sólo se proteja sino también para ayudar a que la industria de los rayos X ponga las cosas en orden, mediante el uso de normas por las cuales el paciente tenga derecho a estar informado.

    * Revista norteamericana de eventos sociales, moda, salud masculina.

     


    Referencias

      [1] Boletín32: Os transmitimos la experta y documentada opinión sobre el peligro de la contaminación radiactiva del Dr. J. Gofman experto en química nuclear, cardiólogo, profesor emérito de biología molecular y celular que fue director médico del laboratorio Lawrence Livermorore, uno de los más importantes de EEUU en investigación nuclear que, consecuente consigo mismo, recientemente se ha sumado a los críticos de las nuevas armas radiactivas.

      [2] Boletín81: - Uranio Empobrecido (UE): Bombas, misiles y balas sucias. Una sentencia de muerte aquí y en el extranjero. Leuren Moret (geóloga medioambiental).
      - Leuren Moret: de los laboratorios de armas nucleares a la militancia antinuclear. Alfredo Embid.

      [3] Boletín99: El físico nuclear Leonard Dietz ha muerto. En 1979 demostró que las partículas de uranio empobrecido UE se extienden al menos hasta 40 km, elaboró las modernas técnicas de detección de contaminación radiactiva y denunció la locura de la industria nuclear civil y militar hasta su muerte. Todos nosotros, incluyendo los miembros de TODAS las generaciones futuras que aún no han nacido, debemos estarle profundamente agradecidos. Alfredo Embid.

     


Si consideras que esta contrainformación debe estar a disposición de todos difúndela reenviándola a tu lista de correos.