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Contenido:
- Las irradiaciones médicas son peligrosas
Alfredo Embid
- La Causa Más Importante del Cáncer - Parte 1, 2 y 3
Peter Montagué
Las irradiaciones médicas son peligrosas
Alfredo Embid
Actualmente se amenaza con incluir nuevos escáneres corporales en los aeropuertos con la excusa de la fraudulenta guerra contra el terrorismo cuyo último episodio parece sacado de una obra cómica de Dario Fo al estilo “Muerte accidental de un anarquista”.
Estos escáneres nuevos nos proporcionarán dosis adicionales de radiaciones viejas.Vale la pena recordar que las irradiaciones diagnósticas no son inocuas.
Radiografías, escáneres y tomografías son demostradamente responsables de un aumento de enfermedades entre las que se encuentra el cáncer que, paradójicamente, se supone deben prevenir.
En el número 79 de la revista publicamos un importante trabajo de Bryan Hubbard que hemos puesto a disposición pública en nuestra Web.
Escáneres TC: la bomba de relojería del cáncer. Bryan Hubbard (pdf)
http://www.amcmh.org/PagAMC/articulos/Rev79/CANCER79.pdf
Este trabajo alerta sobre los graves riesgos de los modernos escáneres que se utilizan cada vez más como exámenes sistemáticos en personas sanas contribuyendo a que dejen de estarlo.
Te invito a leerlo y difundirlo urgentemente.
Dados los riesgos demostrados se plantea que los profesionales médicos y los usuarios deben utilizarlos con moderación cuando sean realmente imprescindibles y no como exámenes de rutina.
No hay que sorprenderse de sus alarmantes conclusiones. Desde el siglo pasado se fueron haciendo evidentes los peligros de la irradiación médica y muchos científicos lo denunciaron aunque generalmente sus advertencias fueron ignoradas.
La siguiente serie de artículos de Peter Montagué traza una documentada perspectiva de esta historia que es importante que todos conozcamos.
Peter es el director de la Fundación de Investigaciones Ambientales, ERF, fundada en el año 1980, que posee una excelente página web.
El objetivo principal de la Fundación de Investigaciones Ambientales (ERF), es ayudar a la población a encontrar la información que necesita para luchar por la justicia ambiental dentro de sus comunidades mediante la acción a nivel de base. Proporciona información sobre sustancias y tecnologías peligrosas, incluyendo vertederos, incineradoras, pesticidas, "evaluación de riesgos", compuestos organoclorados, y sus efectos sobre la salud ambiental y humana.
Publica desde 1986 la revista Rachel’s Environment and Health Weekly (semanario de Rachel, Salud y Medio Ambiente, que es ofrecido gratuitamente por correo electrónico), y otros dosieres. El semanario también intenta presentar los problemas ambientales en un marco inevitablemente más amplio, que incluye la enorme influencia de las multinacionales.
Esta información sobre sustancias tóxicas y otros riesgos para la salud humana y ambiental es presentada en términos accesibles al público en general. Gran parte de esta información nunca es presentada por los medios de comunicación dominantes, y solo se puede encontrar en publicaciones técnicas de ciencia y medicina las cuales nunca llegan a las manos del público, y si llegan son incomprensibles en muchos casos.
La página tiene además la ventaja de que incluye algunos de sus artículos traducidos al español. Ya presentamos esta asociación en el nº 75 de la Revista de Medicina Holística: Asociaciones. Fundación de Investigaciones Ambientales.
http://www.amcmh.org/PagAMC/articulos/Rev75/ASOCIACIONES_EF.pdf
Contacto Web: www.rachel.org
El título de la serie de 3 artículos que te presentamos a continuación: “La Causa Más Importante del Cáncer” me parece excesivo porque no creo que las irradiaciones médicas sean la primera causa de cáncer, aunque sí creo que lo es la contaminación radiactiva sumando todas las otras fuentes.
El contenido de los artículos está bien argumentado y apoyado con numerosas referencias. Merece la pena que todo el mundo los conozca ya que todos somos o podemos ser objeto de estas agresiones.
La Causa Más Importante del Cáncer - Parte 1
Peter Montagué
Peter Montagué
Cuando Wilhelm Roentgen descubrió los rayos X en 1895, "los doctores y
médicos enseguida vieron el potencial práctico de los rayos X y se
apresuraron a experimentar con ellos" [1, pág. 7]. Muchos médicos
construyeron su propio equipo de rayos X, con resultados mixtos:
algunas máquinas caseras de rayos X no produjeron radiación en lo
absoluto y otras produjeron suficiente como para irradiar a todos en la
habitación de al lado.
La capacidad para ver dentro del cuerpo humano por primera vez fue un
descubrimiento maravilloso, misterioso y profundamente provocativo.
Roentgen enfocó los rayos X sobre la mano de su esposa durante 15
minutos, produciendo una imagen macabra de los huesos de su mano
adornada con su anillo de matrimonio. Otto Glasser, biógrafo de
Roentgen, dice que a la Sra. Roentgen "le costaba creer que esa mano de
huesos era la suya y se estremeció al pensar que estaba viendo su
esqueleto. Para la Sra. Roentgen, al igual que para muchos otros
después, esta experiencia les dio una vaga premonición de muerte",
escribió Glasser [1, pág. 4].
En el lapso de un año, para 1896, los médicos estaban usando los rayos
X en diagnósticos y como un nuevo método para reunir evidencias para
protegerse contra demandas de mala práctica médica. Casi
inmediatamente -en 1895 y 1896- también resultó evidente que los rayos
X podían causar problemas médicos serios. Algunos médicos sufrieron
quemaduras que no sanarían, requiriendo la amputación de los dedos.
Otros desarrollaron cánceres mortales.
En ese momento todavía no se habían descubierto los antibióticos, de
manera que los médicos sólo tenían pocos tratamientos que podían
ofrecerles a sus pacientes; los rayos X les dieron una gama de nuevos
procedimientos que eran de muy "alta tecnología" -limitando en lo
milagroso- y los cuales parecían ofrecerle promesas a los enfermos. Así
que el mundo médico adoptó estos rayos invisibles y misteriosos con
gran entusiasmo. Comprensiblemente, en ese tiempo los médicos
frecuentemente pensaban que observaban beneficios terapéuticos en donde
hoy en día los experimentos controlados no encuentran ninguno.
En ese momento -justo antes de 1920- el editor de la revista AMERICAN X-
RAY JOURNAL dijo "hay aproximadamente unas 100 enfermedades que
reaccionan favorablemente al tratamiento con rayos X". En su muy
informativa historia de la tecnología, Multiple exposures: chronicles
of the radiation age ("Exposiciones múltiples: crónicas de la era de la radiación"), Catherine Caufield (ver REHW nº: 200, 201, 202), comenta sobre este período: "El tratamiento de radiación para las enfermedades
benignas [no cancerosas] se convirtió en una locura médica que duró 40
años o más" [1, pág. 15].
"...Grandes grupos de personas [fueron]
irradiadas innecesariamente por problemas tan pequeños como la tiña y
el acné... A muchas mujeres se les irradiaron los ovarios como
tratamiento para la depresión" [1, pág. 15]. Hoy en día tales usos de
los rayos X serían vistos como charlatanería, pero muchos de ellos eran
prácticas médicas aceptadas incluso en la década de 1950. Los médicos
no eran los únicos entusiasmados con las terapias de rayos X. Si usted
recibe una dosis suficientemente larga de rayos X su cabello se cae,
así que "los salones de belleza instalaron equipos de rayos X para
eliminar el vello facial y corporal no deseado de sus clientes", reporta Catherine Caufield [1, pág. 15].
El descubrimiento de Roentgen de los rayos X en 1895 llevó directamente
al descubrimiento de la radiactividad del uranio por Henri Becquerel en
1896 y luego al descubrimiento del radio por Marie Curie y su esposo
Pierre en 1898, por el cual a Becquerel y a los esposos Curie se les
otorgó el Premio Nobel en 1903. (Veinte años después Madame Curie
moriría de leucemia linfoblástica aguda).
Pronto, el radio radiactivo fue recetado por los médicos junto a los
rayos X. Los tratamientos con radio fueron recetados para problemas del
corazón, impotencia, úlceras, depresión, artritis, cáncer, presión
sanguínea alta, ceguera y tuberculosis, entre otros padecimientos.
Pronto comenzó a venderse pasta de dientes radiactiva, después crema
radiactiva para la piel. En Alemania se vendieron barras de chocolate
que contenían radio para el "rejuvenecimiento" [1, pág. 28]. En los
E.U.A., cientos de miles de personas comenzaron a beber agua
embotellada con radio, como un elíxir general conocido popularmente
como "sol líquido". Todavía en 1952 la revista LIFE escribía acerca de
los efectos beneficiosos de inhalar gas radón radiactivo en las minas
profundas. Incluso hoy en día, la mina The Merry Widow Health Mine
cerca de Butte, Montana y la mina Sunshine Radon Health Mine que está
cerca, hacen publicidad de que quienes visitan las minas reportan
múltiples beneficios por la inhalación del radón radiactivo [2],
incluso a pesar de que ahora muchos estudios indican que el único
efecto a la salud que puede demostrarse del gas radón es el cáncer de
los pulmones.
De manera que el mundo médico y la cultura popular adoptaron juntos los
rayos X (y otras emanaciones radiactivas) como remedios milagrosos,
regalos para la humanidad de los más destacados genios de la era de los
inventos.
En la imaginación popular estas tecnologías sufrieron una seria derrota
cuando se detonaron las bombas atómicas en Japón en 1945. A pesar de
que podría decirse que las bombas A acortaron la segunda Guerra Mundial
y salvaron las vidas de muchos estadounidenses, la descripción de John
Hersey de la devastación humana en HIROSHIMA imprimió por siempre en la
mente popular la nube en forma de hongo como un presagio de una ruina
impronunciable. A pesar de los considerables esfuerzos por proyectar a
La Bomba en una luz positiva, la tecnología de la radiación nunca
recuperaría el brillo que había ganado antes de la segunda Guerra
Mundial.
Siete años después de que se usaran las bombas A en la guerra, Dwight
Eisenhower puso al gobierno de los E.U.A. sobre un nuevo rumbo,
dirigido a mostrarle al mundo que las armas nucleares, la radiactividad
y la radiación no eran precursores de muerte, sino que de hecho eran
sirvientes benignos y poderosos que ofrecían beneficios casi ilimitados
para la humanidad. Nació el programa "Atoms for Peace", dirigido
explícitamente a convencer a los estadounidenses y al mundo que estas nuevas tecnologías estaban llenas de esperanza y que los reactores de
energía nuclear para generar electricidad debían ser desarrollados con
los dólares de los impuestos. La promesa de este nuevo avance técnico
parecía demasiado buena para ser verdad -electricidad "demasiado barata
para medirla" [3].
La Ley de Energía Atómica (Atomic Energy Act) de 1946 creó la Comisión
civil de Energía Atómica, pero para efectos prácticos los más altos
comandantes militares de la nación mantuvieron todo el control del
desarrollo de todas las tecnologías nucleares [4].
Así que por una serie de accidentes históricos, todas las fuentes
principales de radiaciones ionizantes cayeron en poder de personas e
instituciones que no tenían razones para querer explorar la noción
temprana de que la radiación era dañina. En 1927, Hermann J. Muller
había demostrado que los rayos X causaban daños genéticos heredables y
recibió el Premio Nobel por su trabajo. Sin embargo, Muller había hecho
sus experimentos con moscas de la fruta y era fácil, o al menos
conveniente, desechar sus hallazgos como irrelevantes para los seres
humanos.
Resumiendo, para los médicos la radiación parecía una prometedora nueva
terapia con la que se podía tratar casi cualquier padecimiento bajo el
sol; para los militares y para la Comisión Conjunta de la Energía
Atómica en el Congreso soltó miles de millones de dólares; un verdadero
flujo de fondos de los contribuyentes, la mayor parte de los cuales
llegaba casi sin supervisión debido al secreto oficial que rodea el
desarrollo de las armas; y para los contratistas del gobierno
pertenecientes al sector privado como Union Carbide, Monsanto Chemical
Co., General Electric, Bechtel Corporation, DuPont, Martin Marietta y
otros significó la oportunidad de unirse a la élite del "complejo
militar-industrial" sobre cuyo creciente poder político advirtió el
Presidente Eisenhower en su alocución final al Congreso en 1959.
A lo largo de la década de 1950 los militares detonaron bombas A sobre
la superficie en el Sitio de Pruebas de Nevada, rociando con
radiactividad las poblaciones civiles que se encontraban en la
dirección del viento [5]. En la Reservación Hanford, en el estado de
Washington, los técnicos liberaron intencionalmente nubes inmensas de
radiactividad para ver qué le sucedería a las poblaciones humanas
expuestas de esta manera. En un experimento en Hanford se liberaron
500.000 Curies de yodo radiactivo; el yodo se acumula en la glándula
tiroidea humana. A las víctimas de este experimento, la mayoría
indígenas, no se les dijo nada de esto por 45 años [6, pág. 96].
Los marineros estadounidenses en los barcos y los soldados en la tierra
fueron expuestos a grandes dosis de radiactividad sólo para ver qué les
sucedería. Los altos oficiales militares insistieron en que ser rociado
con radiación era inofensivo. En su autobiografía, Karl Z. Morgan, que
sirvió como director de seguridad de radiación en el Laboratorio
Nacional de Oak Ridge (Clinton, Tennessee) desde 1944 hasta 1971,
recuerda que: "La Dirección de Veteranos (Veterans Administration, VA)
siempre parecía a la defensiva para asegurarse de que las víctimas no
fueran compensadas" [6, pág. 101]. Morgan narra la historia de John D.
Smitherman, un marinero que recibió grandes dosis de radiación durante
experimentos con bombas A en el atolón de las islas Bikini en 1946.
Morgan escribe: "La Dirección de Veteranos negó cualquier conexión con
la exposición a la radiación hasta 1988, cuando le concedió beneficios
a su viuda. Para el momento de su muerte, el cuerpo de Smitherman
estaba casi consumido por cánceres de los pulmones, bronquios, ganglios
linfáticos, diafragma, bazo, páncreas, intestinos, estómago, hígado y
glándulas adrenales. En 1989, un año después de haberle concedido los
beneficios a la viuda de Smitherman, la VA se los revocó" [6, pág.
101].
Comenzando en la década de 1940 y siguiendo hasta los años 60, a miles
de mineros del uranio se les dijo que respirar gas radón en las minas
de uranio de Nuevo México era algo perfectamente seguro. Sólo ahora se
están contando los casos de cánceres de los pulmones causados por el
radón, al filtrarse la verdad 50 años después, cuando es demasiado
tarde.
En retrospectiva, una clase de manía nuclear barrió el mundo
industrial. Lo que la biotecnología y las computadoras de alta
tecnología son hoy en día, lo fue la tecnología atómica en los años 50
y a principios de los 60. Los contratistas del gobierno gastaron miles
de millones de dólares en desarrollar un avión que funcionaba con
energía nuclear -a pesar de que cálculos sencillos de ingeniería les
decían desde el principio del proyecto que un avión como ése sería
demasiado pesado como para llevar una carga útil [4, pág. 204]. La
empresa Monsanto Research Corporation propuso una cafetera que
funcionaba con plutonio, que podía hervir agua durante 100 años sin
tener que ser recargada [4, pág. 227].
Una compañía de Boston propuso
gemelos hechos de uranio radiactivo para los puños de las camisas por
la sencilla razón de que el uranio es más pesado que el plomo y "el
peso inusualmente grande impide que los puños se suban" [4, pág. 227].
En 1957, la Comisión de Energía Atómica (Atomic Energy Commission)
estableció la llamada Plowshare Division (Sección "Reja de Arado") -
cuyo nombre viene de la frase de la Biblia mencionada en Isaías
(2:4) "que de sus espadas harán rejas de arado" [4, pág. 231].
Nuestro
gobierno y sus socios industriales estaban decididos a demostrarle al
mundo que esta tecnología era benigna, sin importar cuáles fueran los
hechos. El 14 de julio de 1958, el Dr. Edward Teller, el padre de la
bomba H, llegó a Alaska para anunciar el Proyecto Chariot, un plan para
hacer un nuevo puerto en la costa de Alaska detonando hasta seis bombas
H. Luego de una tremenda lucha política -documentada en el libro de Dan
O'Neill, “The firecracker boys” (Los chicos de los petardos) [7]- el
plan fue engavetado. Se desarrolló otro plan para hacer un nuevo canal
a través de Centroamérica con bombas atómicas, simplemente para darles
a los E.U.A. alguna influencia en la negociación con Panamá sobre el
control del Canal de Panamá. Ese plan también fue abandonado. En 1967,
se detonó una bomba A bajo la superficie en Nuevo México, para liberar
gas natural atrapado en las formaciones rocosas de esquistos. De hecho,
el gas atrapado fue liberado; pero -como los ingenieros del proyecto
debieron haber sido capaces de predecir- el gas resultó ser radiactivo,
así que el hoyo en el suelo fue tapado y todo lo que puede verse hoy
del Proyecto Gasbuggy es una placa de bronce en el desierto [4, pág.
236].
Resumiendo, según el columnista H. Peter Metzger, del diario NEW YORK
TIMES, la Comisión de Energía Atómica derrochó miles de millones de
dólares en "planes descabellados", todo con el propósito de probar que
la tecnología nuclear es beneficiosa y de ninguna manera dañina [4,
pág. 237].
La Plowshare Division pudo haber sido un completo fracaso, pero de
todos estos esfuerzos surgió un resultado perdurable: una fuerte
cultura de denegación echó raíces profundas en los corazones de los
Estados Unidos científicos e industriales.
Notas:
- [1] Catherine Caufield, Multiple exposures; chronicles of the radiation age (New York: Harper & Row, 1989). ISBN 0-06-015900-6.
- [2] Jim Robbins, "Camping Out in the Merry Widow Mine," High country
news Vol. 26, No. 12 (junio 27, 1994), págs. desconocidas. Ver
http://www.hcn.org/1994/jun27/dir/reporters.html.
Ver también
http://www.roadsideamerica.com/attract/MTBASradon.html
- [3] Arjun Makhijani y Scott Saleska,The nuclear power deception; u.s.
nuclear mythology from electricity "too cheap to meter" to "inherently
safe" reactors (New York: The Apex Press, 1999). ISBN 0-945257-75-9.
- [4] H. Peter Metzger, The atomic establishment (New York: Simon &
Schuster, 1972). ISBN 671-21351-2.
- [5] Michael D'Antonio, Atomic harvest (New York: Crown Publishers,
1993). ISBN 0-517-58981-8. Y: Chip Ward, Canaries on the Rim: Living
Downwind in the West (New York: Verso, 1999). ISBN 1859847501.
- [6] Karl Z. Morgan y Ken M. Peterson, The angry genie; one man's walk
through the nuclear age (Norman, Oklahoma: University of Oklahoma
Press, 1999). ISBN 0-8061-3122-5.
- [7] Dan O'Neill, The Firecracker boys (New York: St. Martin's Press,
1994). ISBN 0-312-13416-9.
La Causa Más Importante del Cáncer - Parte 2
Después del descubrimiento de los rayos x en 1896, los médicos vieron
inmediatamente sus beneficios potenciales y comenzaron a experimentar
con El Rayo usando equipos de construcción casera. (Ver REHW nº 691).
Sólo 3 semanas luego de anunciarse el descubrimiento de los rayos x,
los primeros de muchos experimentadores se quejaron de que habían
sufrido dolorosas quemaduras en las manos por los rayos x.
Además de los rayos x, para 1910 la comunidad médica estaba usando
radio radiactivo de manera exhaustiva en terapias. El radio también se
estaba usando industrialmente para hacer esferas de relojes que
brillaban en la oscuridad, ojos de muñecas, carnada de peces, miras
para armas y otros artículos. Sin embargo, a mediados de los años 20
resultó evidente que muchas mujeres jóvenes que pintaban radio sobre
las esferas de los relojes estaban muriendo. Su empleador, la compañía
U.S. Radium en West Orange, N.J., insistió en que las jóvenes mujeres
estaban muriendo debido a una mala higiene personal, pero los estudios
del lugar de trabajo en 1924 y 1925 concluyeron que todos los
trabajadores estaban siendo expuestos a una cantidad excesiva de
radiación. Así que los seres humanos aprendieron por ensayo y error que
las radiaciones alfa y gamma del radio pueden ser extremadamente
peligrosas incluso en cantidades pequeñas.
El 2 de diciembre de 1942, el primer reactor nuclear creado por el ser
humano comenzó a operar en un laboratorio secreto debajo de las
tribunas de Stagg Field, en la Universidad de Chicago. El objetivo de
este reactor era, en primer lugar, demostrar que se podía lograr (y
controlar) la fisión nuclear y, en segundo lugar, producir plutonio
para una bomba. El Dr. Arthur Compton dirigió el "Proyecto Manhattan",
nombre secreto dado a los esfuerzos de los E.U.A. para fabricar una
bomba atómica.
En ese momento, el inventario mundial de radio totalizaba
aproximadamente dos libras. Los reactores nucleares construidos en
Chicago y luego en Clinton, Tennessee y Hanford, Washington,
mantendrían inventarios con el equivalente radiactivo a miles de
toneladas de radio. Muchos de los elementos radiactivos en esos
reactores nucleares eran nuevos, con características desconocidas.
Arthur Compton y sus colegas insistieron en que se tenían que elaborar
parámetros de seguridad para proteger a los trabajadores de los daños
de la radiación.
A principios de 1943, Compton contrató a un radiólogo, un químico y
tres físicos para que determinaran los parámetros de seguridad contra
la radiación y para que desarrollaran un equipo de medición con el que
se pudiera asegurar que se cumplieran los parámetros. Estos 5
científicos se llamaron "físicos sanitarios", queriendo decir que eran
físicos preocupados por la salud. Hasta el día de hoy, los científicos
que estudian los efectos de la radiación sobre la salud se
autodenominan físicos sanitarios. A los especialistas en rayos x se les
llama radiólogos.
En septiembre de 1943, el grupo inicial de físicos sanitarios se mudó a
Clinton, Tennessee, donde se estaba construyendo un enorme complejo
industrial para procesar uranio; el Oak Ridge National Laboratory
(ORNL).
En 1944, uno de los cinco físicos sanitarios iniciales -Karl Z.
Morgan- fue designado director de la Sección de Física Sanitaria en Oak
Ridge, un cargo que desempeñó durante 29 años hasta 1972 cuando alcanzó
la jubilación [1, pág. 33].
Morgan tuvo un papel central en la creación de la profesión de la
física sanitaria y en la determinación de los parámetros para las
radiaciones en todo el mundo. En 1955 se constituyó la Sociedad de
Física Sanitaria (Health Physics Society) con Morgan como su presidente
provisional; después fue el primer presidente electo de la sociedad en
1956-57. Desde 1955 hasta 1977, Morgan fue editor en jefe de la revista
profesional de la sociedad, HEALTH PHYSICS. En 1966 se estableció la
Asociación Internacional para la Protección contra la Radiación
(International Radiation Protection Association), que representa a los
profesionales de 30 países y Karl Morgan fue electo su primer
presidente.
La mayoría de los parámetros de radiación son determinados por la
Comisión Internacional para la Protección Radiológica (International
Commission on Radiological Protection, ICRP), la cual se originó en
1950 a partir de un grupo anterior que determinaba los parámetros, el
Comité Internacional para la Protección contra los Rayos X y el Radio
(International X-ray and Radium Protection Committee). Karl Morgan fue
uno de los 13 miembros de la ICRP desde 1950 hasta 1971 y durante ese
tiempo presidió el comité de la ICRP que se ocupa de las dosis
internas, determinando los parámetros de radiación que después fueron
adoptados en todo el mundo. Es evidente por qué a Karl Morgan
frecuentemente se le llama "el padre de la física sanitaria".
En años recientes, Karl Morgan ha descrito y criticado la labor de la
ICRP. Morgan dice que la ICRP ha tenido dos puntos importantes que no
ha querido ver: el Comité nunca se ha enfocado en los peligros que
enfrenta el público por la excesiva exposición a los rayos x médicos y,
para mediados de la década de 1960, la ICRP comenzó a determinar
parámetros para la radiactividad que protegían a la industria nuclear
en lugar de proteger al público, dice Morgan.
Según Morgan (quien sigue siendo un miembro emérito de la ICRP), la
ICRP comenzó a ignorar los peligros serios de radiación a principios de
los años 60. Morgan escribe: "El período de la pruebas atmosféricas de
las armas nucleares por los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y
la U.R.S.S. es una página triste en la historia del hombre civilizado.
Sin lugar a dudas, fue la causa de cientos de miles de muertes por
cáncer. Y sin embargo había un completo silencio departe de la ICRP.
Durante esos años (1960-1965), la mayoría de los miembros de la ICRP
estaban trabajando directamente con la industria de las armas nucleares
o recibían la mayor parte del financiamiento para sus investigaciones
de manera indirecta de esta industria. ¿Quizás se estaban negando a
morder la mano que les daba de comer?" [2].
En los años 70 la situación empeoró luego de que una serie de estudios
reveló que la radiación era incluso más peligrosa de lo que se creía
previamente. En 1974, Baruch Modan mostró que el riesgo que tenía una
mujer de sufrir cáncer de seno aumentaba con dosis de rayos x tan bajas
como 1,6 rem [3]. En 1977, Thomas Mancuso y otros reportaron que los trabajadores del complejo de plutonio en Hanford estaban muriendo de
cánceres por dosis de radiación tan bajas como 3 rem acumuladas durante
muchos años [4]. (El parámetro de seguridad de los trabajadores en ese
momento era de 5 rem por año). Karl Morgan dice que estos estudios
crearon pánico en la industria nuclear: "Preocupados por el hecho de
que su misma existencia estaba amenazada si el público creía que había
un aumento en el riesgo de cáncer a estos niveles de exposición tan
bajos, el complejo industrial nuclear determinó que respondería
vigorosamente a todo aquel que los amenazara", reporta Morgan en su
autobiografía [1, pág. 112]. Como resultado de esto, Morgan cree
que: "...los físicos sanitarios en décadas recientes han sacrificado su
integridad. Por supuesto que quedan algunos profesionales verdaderos
que no ocultarán la verdad para apaciguar a sus empleadores, pero ellos
son la minoría", dijo Morgan en 1999 [1, pág. 113].
La ICRP prestó oídos sordos a otros problemas que afectaban la salud
pública -las exposiciones excesivas de los rayos x médicos y dentales.
A principios de los años 50, una serie de estudios mostró que los rayos
x eran más peligrosos de lo que se pensaba anteriormente. En 1950, H.C.
March mostró que, en comparación a otros médicos, los radiólogos tenían
una probabilidad nueve veces mayor de morir de leucemia [5]. En 1956,
Alice Stewart mostró que una sola radiografía de un feto en el útero
duplicaría su probabilidad de sufrir de leucemia infantil [6].
En su autobiografía en 1999, Morgan describe la incapacidad de la ICRP
de ocuparse de las excesivas e innecesarias exposiciones a los rayos x
por procedimientos diagnósticos:
"...Era como si chocara contra un muro cada vez que mencionaba el tema
de las excesivas e innecesarias exposiciones diagnósticas de rayos x",
escribió Morgan en 1994 [2]. "Pronto me convencí de que el tema de las
exposiciones médicas excesivas estaba prohibido por parte de la ICRP
debido a que la ICRP fue fundada bajo los auspicios del Congreso
Internacional de Radiología (International Congress of Radiology, ICR)
y los radiólogos no querían restricciones o interferencias en el uso
que le daban a los rayos x diagnósticos. Tenía la desagradable
sensación de que había un serio conflicto de intereses en el
financiamiento de la ICRP por parte del ICR... Los conflictos de
intereses parecieran ser una enfermedad virulenta y contagiosa".
A mediados de los años 60, la sección de Morgan en el instituto Oak
Ridge Laboratory estudió las dosis de rayos x que recibían los niños
estadounidenses como resultado de un programa masivo de radiografías
del pecho. Comenzando en los años 50, se llevaron a las escuelas
máquinas portátiles de rayos x en camiones especiales y se les
realizaron radiografías del pecho a cientos de miles de niños
estadounidenses. El estudio de Oak Ridge encontró que cada uno de estos
niños estaba recibiendo una dosis de rayos x de 2 a 3 rem; Morgan sabía
que esto era excesivo debido a que los trabajadores del instituto Oak
Ridge Laboratory estaban recibiendo una dosis de sólo 0,015 rem por una
radiografía del pecho. En otras palabras, los niños estaban recibiendo
una dosis de rayos x de 130 a 200 veces más alta que la dosis requerida
para producir una placa adecuada de rayos x -sin mencionar que la
mayoría de los niños no necesitaban para nada una radiografía del
pecho. (Las radiografías masivas de los niños estadounidenses fueron
suspendidas por una campaña liderizada por Karl Morgan, Rosalie
Bertell, Irwin Bross y otros) [2].
En las décadas de 1940 y 1950, muchas zapaterías instalaron máquinas
fluoroscópicas (de rayos x) para la determinación de la horma. Para
1949, un estudio había mostrado que las máquinas para la determinación
de la horma les estaban suministrando a los niños altas dosis de
radiación. Nuevamente, la ICRP no mostró interés en el asunto.
Morgan y sus colegas calcularon que los rayos x médicos eran
responsables de 90% de toda la radiación de las fuentes creadas por los
seres humanos [7, 8]. En 1963 Morgan mostró que cada año el ciudadano
estadounidense promedio estaba recibiendo aproximadamente la misma
cantidad de radiación de los rayos x médicos como de las fuentes
naturales de fondo. En otras palabras, en los E.U.A. el uso de los
rayos x médicos estaba duplicando la exposición de la persona promedio
a la radiación. El argumento de Morgan era que se podían lograr los
mismos beneficios con dosis mucho más bajas usando técnicas y equipos
actualizados. La comunidad médica, en su mayor parte, prestó oídos
sordos.
Durante muchos años, Morgan y otros escribieron sobre los peligros de
las excesivas e innecesarias exposiciones a la radiación debidas a la
medicina y a la odontología -un esfuerzo que Morgan describe
como "veinte años de fracasos frustrantes". En su autobiografía (pág.
121), Morgan dice que fue "una parte memorable del trabajo de toda mi
vida" cuando el Presidente Lyndon Johnson firmó la Ley Pública 90-602,
la "Ley de 1968 para el Control de la Radiación por la Salud y la
Seguridad" ("Radiation Control for Health and Safety Act of 1968") la
cual determinó los parámetros federales mínimos para los equipos de
rayos x. (Ver www.fda.gov/cdrh/radhlth/- summary.html). Sin embargo, la
ley no puede hacer nada para frenar las exposiciones innecesarias y
excesivas a los rayos x, las cuales continúan sucediendo de manera
rutinaria.
En los últimos 20 años, otro importante científico preocupado por la
exposición excesiva a los rayos x ha sido el Dr. John Gofman. En su
autobiografía, Morgan describe a Gofman de esta manera:"...John Gofman, un científico con títulos tanto en química como en
medicina. John Gofman y Glenn Seaborg descubrieron el uranio 233 y
Gofman fue el primero en aislar plutonio. A pesar de estos logros,
Gofman todavía no ha recibido el reconocimiento que se merece; en mi
opinión, Gofman es uno de los científicos más destacados del siglo
veinte", escribe Morgan.
Durante 20 años o más, Gofman ha estado publicando estudios sobre los
peligros de la radiación de bajo nivel. Su último libro llena 700
páginas tratando esta hipótesis: "La radiación médica es una causa
altamente importante (probablemente la causa principal) de la
mortalidad por cáncer en los Estados Unidos en el siglo veinte" [9]. En
otras palabras, Gofman cree que los rayos x médicos son la causa
principal del cáncer (incluyendo el cáncer de seno) y de la enfermedad
cardíaca en los E.U.A. El trabajo de Gofman es cuidadoso, meticuloso y
está claramente escrito, de manera que probablemente no se podrá
esperar que la mayoría de los físicos sanitarios de este mundo lo
acepten sin protestar.
Notas:
- [1] Karl Z. Morgan y Ken M. Peterson, The angry genie; one man's walk
through the nuclear age (Norman, OK: University of Oklahoma Press,
1999). ISBN 0-8061-3122-5.
- [2] Karl Z. Morgan, "Changes in International Radiation Protection
Standards," American Journal of Industrial Medicine, Vol. 25 (1994),
págs. 301-307.
- [3] Baruch Modan y otros, "Radiation-Induced Head and Neck Tumors,"
Lancet (Feb. 23, 1974), págs. 277-279.
- [4] Thomas F. Mancuso y otros, "Radiation Exposures of Hanford Workers
Dying from Cancer and Other Causes," HEALTH PHYSICS Vol. 33 (Noviembre
1977), págs. 369-385.
- [5] H.C. March, "Leukemia in radiologists in a twenty year period,"
American Journal of Medical Science Vol. 220 (1950), págs. 282-286.
- [6] Alice Stewart y otros, "Preliminary Communication: Malignant
disease in childhood and diagnostic radiation in utero," Lancet Vol. 2
(1956), págs. 447-448.
- [7] Karl Z. Morgan, "Medical X-Ray Exposures,"Industrial Hygiene
Journal (Noviembre/Diciembre 1963), págs. 588-599.
- [8] Karl Z. Morgan, "You can drastically cut X-ray exposure below
today's levels", Consultant (Marzo/Abril, 1970), pág. 16.
- [9] John Gofman, Radiation from medical procedures in the pathogenesis of cancer and ischemic heart disease (San Francisco: Committee for Nuclear Responsibility, 1999). ISBN 0-932682-98-7. $27,00; teléfono
(415) 776-8299. Correo-E: crnl123@webtv.net.
Peter Montague - La Causa Más Importante del Cáncer - Parte 3
John Gofman es un médico con un doctorado en química nuclear y médica.
Es profesor emérito de biología celular y molecular de la Universidad
de California en Berkeley y miembro del profesorado de la Escuela de
Medicina de la Universidad de California en San Francisco. Durante su
larga carrera se dedicó paralelamente a dos campos de investigaciones
distintos -la enfermedad cardíaca y los efectos de las radiaciones de
bajo nivel sobre la salud. Gofman ha recibido varios premios por
investigaciones originales sobre las causas de la aterosclerosis, que
es la formación de "placas" de grasa dentro de los vasos sanguíneos,
que frecuentemente causa ataques cardíacos fatales. En 1974, el Colegio
Estadounidense de Cardiología (American College of Cardiology) lo
escogió como uno de los 25 investigadores más destacados en cardiología
en el último cuarto de siglo.
A principios de la década de 1960, la Comisión de Energía Atómica de
los E.U.A. (U.S. Atomic Energy Commission, AEC) le pidió a Gofman que
creara una Sección de Investigaciones Biomédicas en el instituto
Livermore National Laboratory (LNL) de la AEC para evaluar los efectos
de todos los tipos de actividades nucleares sobre la salud. En 1970 se
convenció de que las radiaciones eran más peligrosas de lo que se creía
anteriormente y denunció el Proyecto Plowshare, el plan de la AEC para
hacer estallar cientos de armas nucleares para liberar gas atrapado en
las rocas debajo de las Montañas Rocosas y de excavar nuevos puertos y
canales haciendo estallar bombas nucleares en la superficie. (Ver REHW
#691). También llamó a una moratoria de 5 años del plan de la AEC para
desarrollar 1000 plantas comerciales de energía nuclear. Para 1974, su
financiamiento por parte del gobierno había sido cortado.
Entonces comenzó una serie de libros sobre los peligros de las radiaciones:
Radiation and human health ("La radiacion y la salud humana") (1981); X-RAYS - Health effects of common exams ("Los rayos x -efectos de los exámenes comunes sobre la salud") (1985);
Radiation-induced cancer from low-dose exposure -- an independent analysis ("cancer inducido por exposiciones a bajas dosis de radiacion -un analisis independiente")
(1990); Preventing breast cancer -- the story of a major, proven,
preventable cause of this disease ("La prevencion del cancer de mama -historia de una causa importante, probada y prevenible de esta enfermedad") (1995; segunda edición, 1996); y
Radiation from medical procedures in the pathogenesis of cancer and ischemic heart disease ("Las radiaciones de los procedimientos médicos en la patogénesis del
cáncer y en la enfermedad isquémica del corazon") (1999) [1, 2, 3, 4, 5].
Gofman es un magnífico maestro. En sus libros explica los datos crudos,
de dónde salieron, sus defectos, cómo podrían mejorarse (o por qué
tenemos que quedarnos con lo que tenemos). Luego, lleva al lector paso
a paso hacia sus conclusiones, explicando cada paso tanto para el
principiante como también para el experto. Cuando se ve obligado a
hacer suposiciones, Gofman explica por qué piensa que está haciendo las
correctas. Frecuentemente describe suposiciones diferentes y el efecto
que tendrían sobre sus conclusiones. No se omite nada que sea de
importancia. Como resultado de esto, los libros de Gofman son largos -
típicamente de 500 a 900 páginas llenas con tablas de datos acompañadas
por explicaciones detalladas. El lector adquiere conocimientos
minuciosos en el tema, satisfactorios tanto para el principiante como
para el profesional. Considero a Gofman uno de los más grandes maestros
del siglo veinte. Su trabajo ya ha cambiado la manera en que el mundo
ve los peligros de las radiaciones y su último libro revolucionará -
eventualmente, después de una larga lucha- la manera en que el mundo ve
las radiaciones médicas. Su trabajo salvará decenas de millones de
vidas.
En su último libro (1999), Gofman presenta evidencias contundentes de
que las radiaciones médicas son una causa muy importante de cáncer Y de
aterosclerosis (enfermedad cardíaca coronaria) [5]. Con el
término "radiaciones médicas" el Dr. Gofman se refiere principalmente a
los rayos x, incluyendo la fluoroscopia y los escanogramas de
tomografías computarizadas ("CAT scans", por sus siglas en inglés). El
mecanismo es sencillo de explicar: las radiaciones causan mutaciones
genéticas, lo que eventualmente origina la enfermedad.
¿Qué está diciendo Gofman? ¿Quiere decir que las radiaciones médicas
son necesariamente la UNICA causa del cáncer y de la enfermedad
cardíaca coronaria? Por supuesto que no. ¿Quiere decir que el cáncer NO
es causado por el hábito de fumar, la mala dieta, la herencia genética,
los pesticidas, los gases diesel de los tubos de escape, la dioxina y
los químicos tóxicos con los que nos tropezamos en el trabajo?
Ciertamente, no. Tanto el cáncer como la enfermedad cardíaca tienen
múltiples causas. Para que se desarrolle un cáncer (o una placa
aterosclerótica), una célula tiene que sufrir varias mutaciones genéticas individuales (probablemente de 5 a 10). Algunas de estas
mutaciones pudieran ser heredadas, pero la mayoría suceden debido a la
exposición a sustancias presentes en el medio ambiente que dañan los
genes.
He aquí una manera de entender las causas múltiples. Gofman proporciona
el siguiente ejemplo hipotético de 100 casos de cáncer:
- 40 cánceres causados por la acción conjunta de los rayos x + el
hábito de fumar + la mala dieta
- 25 cánceres causados por la acción conjunta de los rayos x + la mala
dieta + las mutaciones heredadas genéticamente
- 25 cánceres causados por la acción conjunta de los rayos x + el
hábito de fumar + las mutaciones heredadas genéticamente
- 10 cánceres causados por la acción conjunta del hábito de fumar + la
mala dieta + las mutaciones heredadas genéticamente.
En el primer caso, los 40 cánceres fueron causados por mutaciones
genéticas que son, a su vez, causadas por los rayos x, el hábito de
fumar y la mala dieta. Cada uno de estos tres factores es necesario
para que ocurra el cáncer; si falta cualquiera de estos tres factores,
el cáncer no ocurrirá.
Podemos ver que, en este ejemplo, los rayos x contribuyen con 40 + 25 +
25 = 90 casos de 100. En este ejemplo, si los rayos x no estuviesen
presentes, 90% de los cánceres no ocurrirían. Ahora, en el mismo
ejemplo, observe la "mala dieta". La mala dieta contribuye con 40 + 25
+ 10 = 75 de los 100 casos. Si la mala dieta no estuviese presente, 75%
de los cánceres en este ejemplo no sucederían.
Se puede ver que, en este ejemplo, tenemos rayos x "causando" 90% de
los cánceres -"causando" en el sentido de que los cánceres no
sucederían en ausencia de los rayos x. Pero también tenemos que la mala
dieta está "causando" 75% de los mismos cánceres, lo que significa que
75% de los cánceres no ocurrirían en ausencia de la mala dieta.
Así que podemos ver que, cuando Gofman dice que los rayos x son
responsables de una gran proporción de todos los cánceres en los
E.U.A., NO está diciendo que los rayos x son la UNICA causa de aquellos
cánceres. Sin embargo, SI está diciendo que la mayoría de aquellos
cánceres no sucederían en ausencia de los rayos x.
Es importante señalar que Gofman no se opone a los rayos x médicos. Más
bien se opone a las EXPOSICIONES INNECESARIAS a los rayos x. Gofman ha
mostrado a lo largo de los años -y definitivamente no está solo en esto-
que las exposiciones médicas a los rayos x en los E.U.A. podrían
reducirse por lo menos en 50% sin pérdida de información médica. El uso
cuidadoso de las técnicas y equipos modernos de rayos x pueden reducir
a la mitad (o menos) las exposiciones a los rayos x sin sacrificar
ninguno de los beneficios médicos. Así que por lo menos la mitad de los
cánceres causados por los rayos x médicos son totalmente innecesarios.
¿De cuántos cánceres innecesarios estamos hablando? Gofman calcula que
en 1993, 50% de todos los cánceres en las mujeres y 74% de todos los
cánceres en los hombres fueron atribuibles a los rayos x. En otras
palabras: en 1993, aproximadamente 60% de todos los cánceres en los
E.U.A. fueron atribuibles a los rayos x. Cada año mueren de cáncer
aproximadamente 500.000 personas en los E.U.A. Si 60% de estas muertes
son atribuibles a los rayos x y la mitad son innecesarias, estamos
hablando de aproximadamente 150.000 muertes innecesarias por cáncer
cada año en los E.U.A.
Gofman calcula que la proporción de enfermedad cardíaca coronaria (CHD,
por sus siglas en inglés) atribuible a los rayos x es ligeramente mayor
que la proporción de cánceres. En 1993, 63% de las muertes por CHD
entre los hombres fueron atribuibles a los rayos x y entre las mujeres,
78%. Así que, en números aproximados, 70% de las muertes por CHD son
atribuibles a los rayos x, cree Gofman. Ya que la CHD causó
aproximadamente 460.000 muertes en los E.U.A. en 1993, si Gofman está
en lo cierto, entonces 70% (ó 322.000) de estas muertes son atribuibles
a los rayos x y la mitad de éstas, ó 161.000 son innecesarias. De
manera que podemos ver que los rayos x son responsables de
aproximadamente 150.000 + 161.000 = 311.000 muertes innecesarias cada
año en los E.U.A., si Gofman está en lo cierto.
El estudio de Gofman tiene un nuevo enfoque que evita ciertas
dificultades inherentes a todos los datos que relacionan las
radiaciones médicas con la salud. He aquí las dificultades: no hay
cálculos confiables de la dosis promedio de radiación per cápita que la
población de los E.U.A. recibe en este momento por los rayos x médicos
o ha recibido en el pasado. (Gofman explica por qué en el capítulo 2).
En segundo lugar, no hay cálculos confiables del riesgo de cáncer por
unidad de dosis de rayos x médicos debido a que nadie sabe con certeza
las exposiciones precisas recibidas por varios grupos que han sido
estudiados respecto a los efectos sobre el cáncer. (De nuevo, ver el
capítulo 2 del libro de Gofman).
Gofman desarrolló un nuevo enfoque en el que evitaba estas
dificultades: encontró estadísticas de enfermedades para toda la
población de los E.U.A., las dividió en 9 distritos censales (1940 a
1990 para el cáncer y 1950 a 1990 para la enfermedad cardíaca
coronaria). Luego correlacionó estas estadísticas de enfermedades, año
por año, con el número de médicos por 100.000 habitantes en cada uno de
los 9 distritos censales. La densidad de médicos por 100.000 habitantes
proporciona una medida RELATIVA de las radiaciones médicas por 100.000
habitantes en los 9 distritos, año por año.
Gofman muestra que la mortalidad por cáncer AUMENTA en sintonía con el
aumento en la densidad de los médicos en un distrito censal, mientras
que las muertes que no son por cáncer DISMINUYEN en sintonía con el
aumento en la densidad de los médicos por 100.000 habitantes, EXCEPTO
en el caso de la enfermedad cardíaca coronaria (CHD), que sigue el
mismo patrón de aumento que el cáncer. Así que la hipótesis de Gofman
de que la CHD está relacionada con las radiaciones médicas "salió de
los datos". Debido a que tiene décadas de experiencia investigando las
causas de la CHD (ha escrito tres libros sobre la enfermedad cardíaca)
y debido a que conoce tan a fondo la bibliografía sobre la radiación,
Gofman fue capaz de sumar 2 y 2: la radiación induce mutaciones en las
arterias coronarias, dando origen a lo que él llama "clones
disfuncionales" (minitumores) en el revestimiento de músculo liso de
las arterias.
Es interesante que con su método de la "densidad de los médicos" Gofman
calcula que las radiaciones médicas ocasionaron 83% del cáncer femenino
de seno en los E.U.A. en 1993. Usando un método completamente
diferente, Gofman calculó en 1995 que las radiaciones médicas eran
responsables de 75% del cáncer de seno en los E.U.A. Los dos cálculos,
realizados por dos métodos completamente distintos, son
sorprendentemente parecidos.
No será fácil convencer a los médicos de que tengan un cuidado especial
para minimizar las radiaciones a sus pacientes. La familiaridad
disminuye el respeto, y muchos médicos y dentistas tratan los rayos x
como si fueran completamente inofensivos. Hace poco se me rompió un
diente. Mi dentista, quien es de primera, tenía que documentar el daño
para la compañía de seguros. "Le voy a tomar una radiografía", dijo. Le
pregunté: "¿No hay otra manera de hacerlo?" Él asintió e inmediatamente
escribió una nota que decía: "Me rompí un diente y no quiero que me
hagan una radiografía". "Firme esto", dijo. "La compañía de seguros
está obligada a aceptarlo". Una radiografía innecesaria que se evitó.
La próxima vez que alguien le diga que le van a tomar una radiografía,
no lo ponga en aprietos, pero dígale que le gustaría saber qué dosis de
radiación recibirá. Si usted ha tenido alguna experiencia parecida a la
mía, la persona que le esté haciendo la radiografía no sabrá la
respuesta y le dirá: "No se preocupe. Es completamente seguro".
Pero no lo es.
Notas:
- [1] John W. Gofman, Radiation & Human Health (San Francisco: Sierra
Club Books, 1981); ISBN 0-87156-275-8.
- [2] John W. Gofman y Egan O'92Connor, X-RAYS -- Health effects of
common exams (San Francisco: Sierra Club Books, 1985); ISBN 0-87156-838-
1.
- [3] John W. Gofman, Radiation-induced cancer from low-dose exposure: an independent analysis (San Francisco: Committee for Nuclear
Responsibility, 1990; ISBN 0-932682-89-8.
- [4] John W. Gofman (editado por Egan O'Connor), Preventing breast
cancer (San Francisco: Committee for Nuclear Responsibility, segunda
edición, 1996); ISBN 0-932682-96-0.
- [5] John W. Gofman (editado por Egan O'Connor), Radiation from medical
procedures in the pathogenesis of cancer and ischemic heart disease
(San Francisco: Committee for Nuclear Responsibility, 1999). ISBN 0-
932682-98-7. Disponible por $27,00 a través de: Committee for Nuclear
Responsibility; teléfono/fax: (415) 776-8299.
Correo-e: cnr123@webtv.net.
Fuentes:
- Peter Montague- La Causa Más Importante del Cáncer -- Parte 1
#691 Rachel's News Issue -- Original format - 03/27/2008
#691 - La Causa Más Importante del Cáncer -- Parte 1, 15-Mar-2000
- Peter Montague- La Causa Más Importante del Cáncer -- Parte 2
Rachel's News Issue -- Original format - 03/27/2008
#692 - La Causa Más Importante del Cáncer -- Parte 2, 12-Apr-2000
- Peter Montague- La Causa Más Importante del Cáncer -- Parte 3
Rachel's News Issue -- Original format - 03/27/2008
#693 - La Causa Más Importante del Cáncer -- Parte 3, 19-Apr-2000
Contacto:
Environmental Research Foundation (Rachel's News 1986)
New Jersey Office
Fax: 732-791-4603
Contacto:
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