Fallujah ¿Generación perdida?

El documental se inicia con un paseo por el hospital de Falluya y está centrado en esta ciudad de Iraq que en noviembre del 2004 fue escenario de una de las grandes batallas que se libraron durante la invasión de Iraq como informamos cuando tuvo lugar. [1]
En la historia inicial se liga el asesinato de 4 contratistas, con la rebelión y el inicio del ataque a Falluya. Esto no es exacto. La rebelión ante la ocupación nunca dejó de estar presente en la población, pero estalló cuando los norteamericanos asesinaron a iraquíes desarmados que participaban en una manifestación pacífica antes del asesinato.[2]

Según el reportaje actualmente uno de cada cinco niños nace con malformaciones congénitas, y una generación de niños sufre un creciente aumento de enfermedades malignas. El inicio del documental señala como posible causa al fósforo utilizado. En realidad una forma moderna de napalm que contiene, entre otros componentes fósforo blanco. Varios veteranos de la guerra norteamericanos que participaron en la batalla contra Falluya entrevistados en el documental confirman su uso. Es indudable que se utilizó y no solo para “iluminar” el escenario como dijeron en el Pentágono. Las propias declaraciones y filmaciones en vídeo de los soldados lo demuestran. Se trata pues de un crimen de guerra. Pero, aunque el fósforo es tóxico, la hipótesis de atribuirle todos los daños que sigue experimentando la población se ha revelado posteriormente carente de fundamento. El fósforo no explica las graves alteraciones constatadas en la salud de los residentes, especialmente el daño genético.

En el documental aparecen tres personas que conozco personalmente y con los que di conferencias en 2 importantes encuentros internacionales sobre las armas radiactivas de Uranio en la República Checa y en Hamburgo: Chris Busby, Doug Rocke y Dai Williams. Todos apoyan la hipótesis de que el causante de las graves alteraciones de la salud que experimentan los habitantes de Falluya son las armas de uranio. Tienen razón, el origen es fundamentalmente la contaminación por armas radiactivas.
En el documental se habla de uranio empobrecido, pero las investigaciones posteriores demostraron que no era el caso. Se utilizaron secretamente otras armas que dejaron como residuo uranio enriquecido. Algo que también se comprobó en el ataque israelí al Líbano.  En ambos casos esto fue demostrado por trabajos científicos de los que ya informamos hace años.[3]

El documental solo menciona la primera parte de la investigación de Busby sobre el terreno, es decir el estudio epidemiológico realizado en 2009. Este demostraba que había un aumento claro de enfermedades malignas, malformaciones y un cambio en la proporción de sexos. Esto último es un signo de daño genético. También se constató en los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki, solo que en Falluya es mucho peor.
Otro estudio posterior, no mencionado en el documental, encontró uranio enriquecido en un análisis del cabello de las mujeres y en las muestras recogidas del suelo. Cuando se publicó hice varios boletines explicando sus conclusiones. [4]

Además de las malformaciones, en Iraq (no solo en Falluya) hay un aumento sin precedentes de cánceres infantiles, que indudablemente son debidos también a la utilización de armas radiactivas. Como el Uranio empobrecido (básicamente U238) y el uranio enriquecido (básicamente U235) tardan en perder solo la mitad de su radiactividad 4.490 y 710 millones de años respectivamente  podemos afirmar que gracias a las armas empleadas no solo se ha «perdido una generación» si no todas. Y como demostradamente la contaminación de los bombardeos de 2003 llegó a Europa en una semana[5] es evidente que las futuras generaciones de todo el mundo seguirán padeciendo las consecuencias de este crimen transgeneracional.   

Actualmente preparamos un documental actualizado sobre estos temas que estará a disposición pública próximamente.